martes, 19 de enero de 2010

La indeseable reaparición de la chica ostra


Estoy que me bajo, que me subo,
me atraganto en tanto espanto
que no fluyo,
me diluyo, me disgrego, me escarmiento.
Tanto grito que no canta
que me callo, me deshago, me retuerzo,
me condeno.
Y me cierro, ya no abro,
me miento, me escalabro,
me finjo, me desmiento,
sobrepaso la frontera y me repatrio.
Me contengo, me soslayo
todo el rato, todo el tiempo
grito cuánto, digo menos.


Me arrebato, me rebelo,
lo maldigo y me lamento.
Me rallo, me abombono,
me anudo en tanto enredo que
me pierdo, no me encuentro.
No te tengo, pienso en todo,
me emociono, me atrinchero,
me abalanzo
no te veo, no me oigo,
desfallezco.
Me estremece y
me agoto
en el esfuerzo.

Tengo frío, me acaloro
me desnudo, me visto, y salgo huyendo.
Te fumo, te aspiro,
me esfumo y vuelvo en humo.
Qué pereza, qué derrota,
rompo un plato,
apago la luz
la escalera, tanta nube,
esta lluvia, tantas horas.
Vuelvo en nada, te acordono,
me detienen, enloquezco,
una más o miles.
Me amontonas, me desguazan,
me aglutinan con la masa.

No transgredo ni me agreden,
me oscurecen.

Qué derroche,
qué momento,

jo, qué noche.





1 comentario:

Beauséant dijo...

qué largas son algunas noches..

en espacial cuando quieres que se acaben..