sábado, 10 de octubre de 2009

Gato no naces. Gato te hacen.




 Mi gato se tumba encima mío, ocupando todo el espacio. A veces me resulta imposible creer como un ser tan supuestamente pequeño puede parecer tan grande y ocupar media cama de 1,05 que de por sí,  ya en ocasiones deja de ser suficiente.


Ya está mucho mejor. Estamos. Después de tres semanas dónde su hígado casi nos ha dejado sin vida a los dos, (¿será que bebe?) empezamos a ser los mismos de siempre.
Intenta afilarse las uñas que no tiene, que le corté para que darle la medicación no pudiera convertirme en Scarface. No puede salir, no tendría modo de defenderse de sus congéneres. Está aburrido. Estamos. Hasta los cojones que tampoco tiene, porque en ese cruel  intento del ser humano de hacer suyos a los animales salvajes, se los dejé inútiles para que no marcara un territorio que, siempre, triste condena para él sin saberlo, iba a ser suyo.

No te preocupes, le digo. Ya me las afilo yo por ti, que buena falta me hace. Que yo tampoco tengo cojones últimamente, y lo peor de todo es que no sé cuándo ni por qué dejé que me los quitaran. Yo que no tengo territorio que marcar porque todo el planeta es mi territorio, aunque a algunos politicuchos de mierda se les haya antojado poner fronteras y dejar que un papel determine el lugar dónde debe vivir cada ser humano.

Me mira extraño, no sabe qué pasa. No sabe por qué no abro las ventanas que dejan entrar el aire y que él salga. No sabe por qué esta atmósfera se está convirtiendo viciada, no sabe por qué le hago tragar esa basura que sabe a rayos, ni por qué le llevo a un lugar dónde tres mujeres que aparentemente parecían quererle, le suben a un potro de tortura y se asemejan a la Santa Inquisición. Está empezando a poner en duda cuánto le quiero. No dudes, le digo, que todo esto lo hago por ti. Dudamos.

Pero es mi compañero. Aún nos queda mucho que vivir juntos. Si es que a esto, aunque ahora pueda parecer lo contrario, se le pueda llamar vida. Que volverás a salir. Volveremos. Que las uñas crecerán y podrás caminar sin miedo. Creceremos. Que dejarás de tragar  cosas amargas  para volver a saborear mieles felinas.

En cualquier caso, sea como sea, siempre nos seguiremos teniendo el uno al otro. Vivamos.


Larga vida a Pancho.


3 comentarios:

ybris dijo...

Larga vida, pues, a Pancho.
Aunque se la amargues con eso que él nunca entenderá.
La pena es que no mediquen con la más amarga de las medicinas también a quienes se empeñan en marcar territorios que se apropian.

Besos.

Kika dijo...

LARGA VIDA AL PANCHO !!! A sus afiladas uñas, a su elegante andar y a su insaciable sed de mimos. Aun le quedan 6 vidas

Beauséant dijo...

ese es el truco, saber que las cosas son frágiles y pueden romperse, pero no dejar el día a día por ello y disfrutar en el camino...