El pelo cano, tu piel de 30 años,
ojos titilantes y el puño alzado.
Siempre concisa, siempre clara,
el silencio oportuno y la lengua afilada.
Te azotaron vientos y mareas,
tú siempre erguida, siempre en guerra.
Llena de gracia y llena de fuerza.
Libertad, Libertina,
heredé tu gesto, tu cocina,
tu rabia callada y esa batalla a la vida.
Tu voz resuena como un eco,
suave, queda, inmortal en el tiempo.
Acuname en tus brazos como cuando era una niña.
Ahora Tina... ya nadie me llama Rufina.
domingo, 30 de noviembre de 2008
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