Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la Rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego. (...)
Nadie nos curará del fuego sordo, el fuego sin color que corre al anochecer por la Rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inventamos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas, y en paz y basta.
(73) Rayuela - Julio Cortázar
Casualmente está será, es, la entrada número 100. Pensaba en esperar unos días más, que será cuando este blog cumpla dos años, pero los ciclos no entienden de tiempos exactos. Acaban y acaban sin importar la duración, y este lugar cerró su etapa, cumplió su cometido, finalizó.
Así que como dice la cabecera, desapareceré en la nada dejando tan sólo el recuerdo de mi sonrisa. Porque sonrío, aunque sea triste decirle adiós a este lugar. El que quiera encontrarme ya sabe dónde hacerlo. Estaré encantada de recibirle.
Gracias por todo lo que me disteis este tiempo. Volveremos a vernos. No sé dónde ni en qué forma, pero es seguro.
Hasta entonces.