jueves, 24 de septiembre de 2009

Mundo animal



Me dijo que las personas se catalogaban en tres clases de animales: perro, pájaro y tortuga.

-¿Y yo cuál soy?- le pregunté.
- Pájaro, claro.- respondió.
-Yo creo que tú eres tortuga.- le dije.

Desde entonces no dejo de darle vueltas. Creo que nunca un pájaro podrá ir al ritmo de una tortuga. Y no sé si emprender el vuelo antes de acabar acostumbrándome al terrario.


Foto extraída de Google

jueves, 10 de septiembre de 2009

Destiempos


Piensa que soy triste porque lee estas letras con fruición y busca tras ellas adivinarme, saberme, leerme como si todo en mi fuera matemática, y cual número primo no tuviera más partes en las que dividirme que esta que expongo de mi misma. Cree que soy pasos oscuros sobre baldosas mojadas, y que ese destello melancólico que iluminó un par de ocasiones mi mirada frente a la suya, me convierten en una muñeca trágica desdibujada.

Quiere ignorar que en mi, como en todos, habita un ángulo poliedro, múltiples caras dónde se reflejan todas las vidas que hasta ahora me acompañan y sólo convergen en el punto en el que todo fue visto por los mismos ojos. Todos los momentos que hicieron que sea lo que soy, un color lleno de gamas, pura amalgama de instantes; musicales, comedias y dramas.

A veces me pregunto por qué este exhibirme, porque abrir el alma, las alas, las puertas. Que nunca tuve necesidad de venderme como un producto de teletienda, alimentar egos feroces ni buscar reconocimientos. Sólo quise compartir. Con mi mundo, con otras fronteras. Que como tantos sólo escribo para soltar peso, para balancearme más ligera. Porque me nace y me llena. Escribo a desconocidos buscando preguntas, respuestas, trueques y líneas. Me enciende el observar agujeros de otras vidas, otros pasos, otras carreras. Llenar letras que beber a sorbos, que apaguen la sed del camino, los hartazgos cotidianos, las alegrías permanentes y las pasajeras. Las dudas existenciales que se acumulan en la sala de espera.

Y de repente juzgo mis palabras, y las cambio, y pienso en su mirada, en la tuya que ahora lee esta confesión a destiempo y a deshora. Me anudo, me enredo, me caigo en el pozo y me inunda el silencio, las ganas de nada. Y todo lo que escribo me parece de mentira, fabricado. Tan vestido y con tantas capas que parezco un maldito maniquí, en vez de una niña desnuda que sólo juega a escribir.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Hay algo que he perdido y he de ir a buscarlo.
Hasta entonces.